martes, 27 de diciembre de 2011

suplemento dominical


SUPLEMENTO DOMINICAL








“-Sí. La señorita dijo que, aunque no viéramos nada, allí se produjo una civilización.”

“La muerte de una mosca: es la muerte.”

Marguerite DURAS




No es la tumba del Nilo. Es la cama deshecha. El mar que bosteza. Furioso y sucio.

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Lo supe ayer. Te quedarás con tu sangre y yo con la mía a las doce de la noche, Estrella. Falta un año y falto yo.

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Las nubes que cubren la escritura y la alegría de tus ojos. Leímos y leemos y leemos.

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Él escribe sobre un gato con botas, el clarín de la mañana monopólica y el Uruguay invasor. Ha nacido la radio. K. era otro, eso creo recordar. La torre alimentando los peces. Praga que tampoco existe. Seamos claros. Seamos negros.

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La franja en el horizonte gris. Estudia un hueco. Qué esperanza. Un hueco. Luego se demostró, el hueco. Se demostró aquí, azul y azul y azul. Pero ya estabas enferma.

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Vigilo el dormitorio por si acaso algo me quema. La enseñanza de la hierba que vuela. Otra hierba. La hierba. La hierba que no se arrodilla. Nada que ver. Insulsa, don Juan.

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El olor a pucho levita, insoportable y necesario. Como la noche. Como el silencio. Abro la ventana, necesario, insoportable.

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Dos monstruos gritan y golpean el automóvil inocente. La una.

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La mínima y la máxima en la última hoja indebidamente en blanco. Los dos, pie de imprenta.

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No entiendo tu enfado. Ni el mío. Te duermes junto a la ventana. Sé que no es mi culpa: apenas me levanto del suelo. Pero es la culpa.

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Los ruidos de la noche veraniega, demasiado humanos. Son humanos. Nadie curó la lepra de los niños muertos ni las bestias que gritan borrachas, a la misma hora, una vez más. El Atlántico es así. Igual que todo.

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Cabeceo. Una galería de gatos desnudos y enloquecidos -de más de cuarenta, por supuesto- a quien escribir y dañar en el acto. Pero nadie oye el sueño de la nación. Ni el silencio del mar. Un perro. Un perro, hermano mío. Estoy a salvo.

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Se masturba junto a la bestia que aúlla sin consuelo, con los genitales retorcidos por el frío. La enfermedad. La misma noche. Estamos solos y apenas. No es tan boludo. Sí. No lo encontrarán como a Iván Heyn.

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Quiero volver, quiero volver, mi amor, a este infierno anual de buenas intenciones.

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¿Tiene derecho?

Tiene derecho.

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El tsunami y la melancolía no existen mañana. El krill, tal vez sí, en la olla -qué invento- si la escritura, si la escritura amanece feroz, feroz y herética bajo el sol resplandeciente.

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Estamos viajando. Tanta y tamaña tierra que diga alguien que dije yo.








Antonio Medinilla